sábado, 3 de marzo de 2012

El 2º Premio,¿Para quién será?

El 2º Premio es para una chica que estaba preocupada porque dice que lo hizo un rato antes de enviarlo.Con 24 ptos, la ganadora es...AnaBlackCherry. Muchas gracias por tu participación :) Aquí os dejo su relato:


Un trabajo peliagudo


Miré hacia arriba una vez más. El cielo estaba repleto de estrellas. Brillantes, bellas. Luminosas.

Suspiré, expulsando vaho por mi boca. Me encogí sobre mí misma, para conseguir un mínimo de calor. Hacía frío aquella noche. Los mechones de mi rubio cabello iban cayendo sobre mis ojos lentamente. Estaba despeinada, cansada y hambrienta. Pero había cumplido mi trabajo, por lo que él no tardaría en llegar.

Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, apareció una figura de entre las sombras. Gabardina negra, botas altas y un sombrero sobre la cabeza. No había equivocación alguna, esa era la persona a la que esperaba. Me incorporé e intenté disimular el frío. No debía mostrar debilidad ante una persona tan importante como lo era él. Me acerqué con paso decidido y cierto énfasis. Mis manos se me estaban congelando, pero ni me inmuté. Sería irónico que el frío me venciera. A .

Cuando llegué junto a él, una extraña fragancia a colonia de hombre me invadió los pulmones. ¿Aquel tío se había echado todo el pote por encima? No, imposible. Parecía serio y despreocupado de su imagen. La tímida luz de la luna me dejó entrever un brillo extraño en sus verdes ojos. Me estremecí ante ellos sin poder evitarlo. Eran tan penetrantes y misteriosos que infundían en mí un cierto respeto. Pero, ¿por qué? Tendría que estar acostumbrada a todo tipo de miradas. Yo siempre había sido insensible. Veía los ojos de mis víctimas antes de que exhalaran su último aliento; unas miradas tristes e implorosas. Y luego, vacías; sin vida. ¿Cómo iba a derrumbarme ahora por unos simples ojos verdes?

-Cumplí con mi trabajo -dije al fin, viendo que él no iba a hablar-. ¿Dónde está mi recompensa?

Mi voz se oyó algo forzada, dadas las tremendas ganas que tenía de castañear los dientes. La sonrisa que se dibujó en el rostro de mi superior provocó que me volviera a estremecer entera. Era tan siniestro...

-Me alegro de que así haya sido -habló al fin. Su voz combinaba perfectamente con su forma de vestir y sus curiosos gestos-. Lo cierto es que dudaba de su capacidad, pero me ha dejado impresionado.
-¿Creía que por ser mujer no podía asesinar a nadie? -pregunté algo indignada. Sonreí sin poder evitarlo-. No discutiré su forma de pensar, pero lo cierto es que me ha dolido. Se ve que el machismo está muy presente en este trabajo. Qué pena, los mejores asesinos son mujeres, ¿lo sabía? Somos más astutas y meticulosas en nuestro trabajo, y no tan impulsivos e irracionales como los hombres.
-Veo que tiene ideas claras, señorita Moreau -objetó el hombre. Su sonrisa se hizo aún más amplia-. Me gusta eso de usted.
-¿Va a pagarme o no? -pregunté empezando a perder los nervios. Necesitaba comer y no tenía dinero.
-Por supuesto -respondió llevándose su mano al bolsillo de su gabardina.

Extrajo un fajo de billetes que enseguida me entregó en mano. Con mi agudizada vista, los examiné. Estaban todos. No, no los conté, pero estaba tan acostumbrada a tratar con fajos como esos que ya me sabía su volumen exacto.

Cuando me los iba a guardar en el bolsillo de mi bandolera, la mano de mi superior me detuvo. Colocó ante mis atónitos ojos otro fajo de billetes mientras sonreía enseñando sus blancos dientes.

-Una propina -dijo solamente.

Lo miré desconfiada. No era normal que los que me contrataban me dieran propinas. Pero, dadas mis escaseces de dinero, acepté encantada, arrebatándole los billetes y guardándomelo todo en mi bandolera.

-Muchas gracias -dije con la vista fija en sus ojos-. Ha sido un placer hacer negocios con usted.
-El placer ha sido mío, señorita Moreau.

Dicho esto, dio media vuelta y se alejó por donde había venido, desapareciendo en la oscuridad. Yo hice lo propio pero en sentido contrario, hacia mi coche. Cuando llegué hasta él, me detuve con la mano sobre la puerta y miré hacia la ciudad que se extendía ante mis ojos. Millones de luces artificiales. Miles de personas felices. Otras tantas sumidas en la más absoluta tristeza.

Mi trabajo era peligroso, cierto. Tenía que tener cuidado de que la policía no me pillara. Pero ya llevaba cinco años ejerciéndolo, y había perdido todo el miedo. Era escurridiza, audaz e inteligente -y no es por echarme flores-, y aún nadie sabía mi verdadero y completo nombre.

Excepto aquel extraño hombre. ¿Cómo demonios se había enterado? Aquello me intrigaba de tal manera, que temía haberlo dejado escapar. No podía correr tal peligro... pero algo me había impedido hacerle daño.

Esos ojos... esa sonrisa... esa voz... ¿quién era él?

0 comentarios:

Publicar un comentario

© Relatos Breves., AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena