sábado, 24 de marzo de 2012

Capítulo 5. El desván.


Me recorrí varios pasillos, entre ellos el principal y, cuando lo encontré me puse a leerle los pensamientos, cuando escuche una cosa muy rara que venía del despacho de dirección: ¡Ese sombrero no lo puede tener nadie! ¡Hay que confiscárselo a Daniel! ¿Entendido?- decía el director- Sí- contestó el jefe de estudios.

¿Qué tendría ese sombrero? ¿Por qué me lo querían quitar? Fuera lo que fuera, no me lo iban a quitar, no había cosa que más me gustara que hacer rabiar a los profesores.

Estuve todo el día evitando al jefe de estudios y al director. Me senté en un banco y empecé a pensar en el desván. Me acomodé tanto en el banco, que al final me dormí.

Cuando desperté, estaba en el desván. Me empezó a hablar una voz distorsionada.- Hola Daniel- saludó- ho..ho..la…¿quién eres?- titubeé- jajajaja-rió la voz. Se fue.

Corrí hacia la puerta, salí, pero volví a entrar otra vez en el desván. Era una especie de hechizo que la puerta conducía otra vez a la misma sala. Qué mal rollo me estaba dando.

La voz volvió.- ¿Sabes por qué estás aquí, no?-preguntó-No-contesté.- Jajajajajaja- rió otra vez- Estás aquí porque tienes algo que me pertenece.-dijo-¿Cuál?-pregunté- No sé, tú sabrás, pero hasta que no lo devuelvas, no vas a salir de aquí- amenazó.-Pues entonces mal vamos, no tengo nada.

Justo había una ventana. No se habría dado cuenta, rompí el cristal y me tiré…
Read More

viernes, 16 de marzo de 2012

Capítulo 4: Sucesos extraños.


Llegué a dirección, estaba en un pasillo en el que hacía mucho calor, había poca luz y sus puertas estaban viejas y muy deterioradas. Entré al despacho a hablar con el director y lo típico: ¿Qué has hecho? ¿Por qué lo has hecho? Bla, bla, bla entonces en uno de esos momentos, incliné el sombrero para un lado,  dí un golpe contra la mesa y… empecé a leer los pensamientos del director.

Tenía muchos problemas con su mujer, estaban a punto de divorciarse.¿Qué me estaba pasando?¿Por qué leía los pensamientos del director? No entendía nada.

Lo escuché a duras penas, porque seguía pensando en lo que me había pasado. Me quité el sombrero. Me encontré con varios profesores que me preguntaron que dónde iba. No les respondí, hice como que no los oía. Esta vez no había escuchado sus pensamientos. Cosa extraña.

Llegué a clase. Nos dijeron que teníamos examen de matemáticas. Esta vez me vendría genial poder leer el pensamiento al profesor, pero con la suerte que tenía yo, no iba a poder ser. Acabó la clase y me puse a imitar a un mago muy famoso, es decir, hacer el ganso con el sombrero. Otra vez comencé a leer pensamientos. No podía perder la oportunidad. ¡A por el profesor de matemáticas!

Me recorrí varios pasillos, entre ellos el principal y, cuando lo encontré me puse a leerle los pensamiento, cuando escuche una cosa muy rara que venía del despacho de dirección.

Read More

martes, 13 de marzo de 2012

Capítulo 3: El sombrero.


Con mucho miedo, entré en aquella sala. Parecía un desván de material viejo del instituto, estanterías de metal, algún balón viejo del gimnasio, con muchas carpetas, sábanas, mesas viejas, etc., pero hubo una cosa que me llamó muchísimo la atención…un viejo sombrero.

Me puse a marujear más esa habitación, pero ese extraño sombrero no dejaba de mirarme. Lo cogí. Me lo puse en la cabeza. Noté una sensación extraña, pero me lo dejé puesto. Cuando me lo quité, le investigué un poco, y vi que tenía unas iniciales grabadas GM. ¿Qué significarían? Me extrañaron. Pero bueno, cogí y me lo llevé a casa.

Estando en frente del ordenador, por casualidad me acordé de las iniciales del sombrero. Comencé a buscar por Google y nada, no venía nada.

Al día siguiente, en el instituto, lo lleve puesto, y todos se reían de mí, pero ese sombrero me encantaba. En clase no me lo quitaba, hasta que Isabel Robles, la profesora de lengua castellana, me llamó inútil y que siempre tenía que estar haciendo el payaso, lo cual no entendí mucho porque era la primera vez que hacía algo de ese tipo, y me mandó al despacho del director.

Por el pasillo me encontré a varios profesores que jamás había visto por allí. Bueno, serían nuevos.

Llegué a dirección, estaba en un pasillo en el que hacía mucho calor, había poca luz y sus puertas estaban viejas y muy deterioradas. Entré al despacho a hablar con el director y lo típico: ¿Qué has hecho? ¿Por qué lo has hecho? Bla, bla, bla entonces en uno de esos momentos, incliné el sombrero para un lado,  dí un golpe contra la mesa y…
Read More

sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo 2: La puerta.


Al día siguiente, fui al instituto, como cada día. Fue un día normal, excepto por una cosa… la llave.

La tuve todo el rato en el bolsillo del pantalón y, cada vez que me acordaba de ella, me daba un escalofrío impresionante.

Ese día, como había estado muy distraído por la maldita llave, me castigaron a limpiar mesas por la tarde, así que cuando terminé de comer y todo, fui otra vez a malgastar mi tarde en ese horrible lugar que todos los adolescentes odiamos.

Entonces, cuando estaba en la planta más alta, en la que nunca había estado, me di cuenta de que había más escaleras, que conducían a una puerta muy estropeada. Me acordé de la llave y, probé si era de aquella puerta.

-Si hay suerte, se abrirá, que no, seguiré limpiando mesas-pensé.

Saqué la llave del bolsillo derecho. La mano me temblada. Metí la llave en la cerradura. De momento encajaba. Giré. La llave giraba, lo que sólo podía significar una cosa: la llave era de esa puerta. Di cuatro vueltas. Cuánta seguridad para una puerta zarrapastrosa.

Terminé de girar la llave. Tuve que empujar la puerta porque estaba algo atrancada, pero finalmente lo conseguí. Allí estaba, descubrí de dónde era esa llave.

Con mucho miedo, entré en aquella sala. Parecía un desván de material viejo del instituto, estanterías de metal, algún balón viejo del gimnasio, con muchas carpetas, sábanas, mesas viejas, etc., pero hubo una cosa que me llamó muchísimo la atención…

Read More

jueves, 8 de marzo de 2012

El desván. Capítulo 1: La llave.


¡Riiiiiiiing! Sonó el timbre del instituto. ¿Llevaba ya tantas horas allí? -Buah, será mejor que me vaya a casa, que ya es hora de comer-pensé.

De camino a casa me puse a pensar en varias cosas, lo típico de adolescentes, exámenes, exámenes, más exámenes, en la chica que me gustaba, ¡ah! Se me olvidada, más exámenes. Esta semana que venía era terrible, todos los exámenes juntos porque dentro de poco nos daban las vacaciones, encima teníamos la excursión de fin de curso ahí mismo y se nos apelotonaban más los exámenes.

Lo primero, me presentaré, me llamo Daniel Lawrence, aunque todos me llaman Dani. Tengo 17 años y vivo en Segovia. Mi padre era inglés, por eso es así mi apellido, y mi madre es de un pueblo de Asturias.

Mis primeros años de vida los pasé en Inglaterra, pero con tres años nos vinimos aquí y desde entonces, aquí estoy.

Bueno, continuaré mi historia: Pues eso, iba andando para mi casa, pensando en mis cosas, bla,bla,bla, todo el rollo de antes, cuando de repente, me encontré una llave. Me pregunté que de dónde sería. Por si acaso, la dejé en su sitio, no vaya a ser que fuera una bomba o alguna cosa de esas de los etarras. Sí, soy muy miedoso. Continué yendo hacia casa, donde me esperaba unas fish and chips, típica comida inglesa. Eso me motivó bastante, lo único malo fue que pensé durante todo el camino de dónde sería.

Cuando ya estaba casi llegando a la puerta de casa, ya no podía más con mis pensamientos, por lo que empecé a correr hacia la llave. ¿Seguirá allí? ¿No? ¿Tal vez? En breve lo sabría. Estaba casi tirado por el suelo, pero mi curiosidad por saber de aquella llave no me dejaba parar. Me tropecé, pero sólo me hice un pequeño rasguño de nada. ¡Por fin llegué a la llave! Y ahora, la pregunta que todos nos hacemos: ¿Para que leches quería yo esa llave?
 Total, que me fui a casa, pero con mi llave.

Al día siguiente, fui al instituto, como cada día. Fue un día normal, excepto por una cosa…

Read More

sábado, 3 de marzo de 2012

Y por último,el ansiado 1º Premio.

Bueno,el 1º Premio es un relato que, a primera vista puede resultar aburrido,pero a los tres miembros del jurado nos ha parecido una de las mejores historias que habíamos leído, por eso pensamos que se merecía ganar. Se lo quería agradecer a "Mi Vida en Manhattan" y a "Jona Arenales" por haberme ayudado en este concurso que he hecho.Muchas gracias,chicos,creo que hemos hecho un buen trabajo.

No me enrollo más, el ansiado 1º premio es para...¡ELISA SESTAYO! Muchísimas gracias por haber participado en el concurso, y sigue escribiendo que se te da genial :)

Aquí os dejo con el relato ganador, y muchas gracias a todos los participantes, que sepáis que todos eran muy bueno.¡Muchas gracias!


Cecilia.

A Cecilia le encantaba el sonido del viento y las sonrisas torcidas. A Cecilia le enamoraba el sonido del mar y ver la arena deslizarse entre sus dedos.
A Cecilia, en cambio, no le gustaba el olor a hierba recién cortada ni el sabor del melón. Tampoco le gustaba escribir a ordenador ni el calor asfixiante de Agosto.
Cecilia era sencilla y pequeñita, como una peca en el cuerpo de un gran boxeador, esos a los que temía.
Sus ojos castaños se asemejaban al color de la guarida de las ardillas en otoño y su pelo color miel siempre caía sobre sus hombros revoltoso y encrespado.
A Cecilia le encantaba ser cómo era. Era menuda y torpe al andar, sus movimientos carecían de coordinación alguna pero siempre iban acompañados de una sonrisa tímida y pequeñita, como su dulce carita blanca.
En invierno Cecilia solía ser más excéntrica de lo habitual, le gustaba salir de noche a la calle y aspirar el profundo y frío aroma nocturno.
Le gustaba leer las revistas de detrás hacia delante y cantar en la ducha canciones improvisadas.
También le gustaba sentarse a estudiar con la espalda apoyada en la calefacción de su habitación mientras escuchaba alguna canción atemporal.
Para ella, el invierno era una estación en la que se permitía hacer todas las locuras posibles, como tomar chocolate y mancharse la nariz a propósito o hacer en su cama una tienda de campaña con ayuda de sus sábanas.
Para Cecilia en invierno no había límites. Le gustaba caminar hacia la zona alta de la ciudad y sacar fotografías a las ramas de los árboles desnudos, sentarse en un banco y ponerle nombre a las hojas caídas y olvidadas por el ya finalizado otoño.
Cecilia, sin embargo, se sentía muy sola.
Nadie había querido sentir hacia sus ojos castaños sentimiento alguno, no había recibido ninguna carta de amor y sus labios permanecían sellados sin haber descubierto los besos.
Nadie se había interesado por sus excéntricos actos, ni por la belleza de las palabras que escribía al caer la noche.
Cecilia, aún así, sonreía con esas sonrisas que llenan los ojos de lágrimas y caminaba grácil por las calles de la ciudad, como una muñequita danzante.
Cuando Enero ya finalizaba y caía en picado como las gotas de lluvia, Cecilia caminó hacia la playa.
Cuando hubo llegado se descalzó, era un ritual a seguir.
Para Cecilia el frío no era inconveniente alguno, es más, la sensación de frío en los pies le provocaba una emoción propia de una niña de seis años.
Con la lluvia mojando su cuerpo y sus ropas, con las gotas de lluvia colgando de sus cabellos, Cecilia empezó a correr por la playa.
Levantaba la arena dormida desde aquel día de Septiembre y bailaba al son de la melodía marina.
Cecilia era feliz como cualquiera de sus queridas gaviotas, como cualquier joven de su edad.
Entre bailes, risas y dulce torpeza, Cecilia se acercó al mar. Dejó que las olas bañaran los dedos de sus pies y sintió ese cosquilleo que le trajo recuerdos de aquel verano con su familia y de aquel bañador rosa y blanco.
Caminó mar adentro hasta que el agua le llegaba a las rodillas, su pantalón se pegaba a sus flacuchas piernas y el frío le hacía temblar.
Le gustaba, le encantaba.
Cecilia siguió andando, podía seguir así toda la vida. Su cuerpo ya estaba completamente empapado gracias a la lluvia incesante y a las olas sublevadas por acción del viento invernal.
En ese momento, Cecilia se paró a pensar en su vida.
Otra de las características de la dulce Cecilia es que pensaba en los momentos menos apropiados.
Pensó en todo lo que los demás tenían y ella no, la pequeña Cecilia siempre se había sentido extraña e inadaptada, como una flor creciendo en cualquier calle de Madrid, como un copo de nieve en Julio.
Cecilia era realmente especial, pero ella no lo sabía. Simplemente era un bicho raro, alguien a quien la gente evitaba continuamente. Le gustaba cómo era, pero no gustaba a los demás.
La dulce y tímida Cecilia no sabía el valor de su vida. De hecho, quiso adentrarse aún más en el mar y dejarse llevar por las olas a donde éstas la llevaran. Dejarse balancear mar adentro olvidando todo.
Quiso rendirse.
Una ola enorme la atrapó de repente. El oleje era cada vez mayor y Cecilia se había adentrado demasiado en la mar. El pánico entonces se apoderó de ella, de la dulce Cecilia que hace unos segundos quiso naufragar con su vida.
Quiso retroceder, entonces, volver a la orilla donde descansaban sus deportivas y volver a tomar otro chocolate caliente ensuciándose la nariz. Quiso recuperar lo que en dos segundos había odiado y rechazado.
Nadó en un intento de regresar, quiso realmente volver atrás.

Lo que no sabía la pequeña Cecilia es que a veces arrepentirse no es la solución.

Read More

El 2º Premio,¿Para quién será?

El 2º Premio es para una chica que estaba preocupada porque dice que lo hizo un rato antes de enviarlo.Con 24 ptos, la ganadora es...AnaBlackCherry. Muchas gracias por tu participación :) Aquí os dejo su relato:


Un trabajo peliagudo


Miré hacia arriba una vez más. El cielo estaba repleto de estrellas. Brillantes, bellas. Luminosas.

Suspiré, expulsando vaho por mi boca. Me encogí sobre mí misma, para conseguir un mínimo de calor. Hacía frío aquella noche. Los mechones de mi rubio cabello iban cayendo sobre mis ojos lentamente. Estaba despeinada, cansada y hambrienta. Pero había cumplido mi trabajo, por lo que él no tardaría en llegar.

Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, apareció una figura de entre las sombras. Gabardina negra, botas altas y un sombrero sobre la cabeza. No había equivocación alguna, esa era la persona a la que esperaba. Me incorporé e intenté disimular el frío. No debía mostrar debilidad ante una persona tan importante como lo era él. Me acerqué con paso decidido y cierto énfasis. Mis manos se me estaban congelando, pero ni me inmuté. Sería irónico que el frío me venciera. A .

Cuando llegué junto a él, una extraña fragancia a colonia de hombre me invadió los pulmones. ¿Aquel tío se había echado todo el pote por encima? No, imposible. Parecía serio y despreocupado de su imagen. La tímida luz de la luna me dejó entrever un brillo extraño en sus verdes ojos. Me estremecí ante ellos sin poder evitarlo. Eran tan penetrantes y misteriosos que infundían en mí un cierto respeto. Pero, ¿por qué? Tendría que estar acostumbrada a todo tipo de miradas. Yo siempre había sido insensible. Veía los ojos de mis víctimas antes de que exhalaran su último aliento; unas miradas tristes e implorosas. Y luego, vacías; sin vida. ¿Cómo iba a derrumbarme ahora por unos simples ojos verdes?

-Cumplí con mi trabajo -dije al fin, viendo que él no iba a hablar-. ¿Dónde está mi recompensa?

Mi voz se oyó algo forzada, dadas las tremendas ganas que tenía de castañear los dientes. La sonrisa que se dibujó en el rostro de mi superior provocó que me volviera a estremecer entera. Era tan siniestro...

-Me alegro de que así haya sido -habló al fin. Su voz combinaba perfectamente con su forma de vestir y sus curiosos gestos-. Lo cierto es que dudaba de su capacidad, pero me ha dejado impresionado.
-¿Creía que por ser mujer no podía asesinar a nadie? -pregunté algo indignada. Sonreí sin poder evitarlo-. No discutiré su forma de pensar, pero lo cierto es que me ha dolido. Se ve que el machismo está muy presente en este trabajo. Qué pena, los mejores asesinos son mujeres, ¿lo sabía? Somos más astutas y meticulosas en nuestro trabajo, y no tan impulsivos e irracionales como los hombres.
-Veo que tiene ideas claras, señorita Moreau -objetó el hombre. Su sonrisa se hizo aún más amplia-. Me gusta eso de usted.
-¿Va a pagarme o no? -pregunté empezando a perder los nervios. Necesitaba comer y no tenía dinero.
-Por supuesto -respondió llevándose su mano al bolsillo de su gabardina.

Extrajo un fajo de billetes que enseguida me entregó en mano. Con mi agudizada vista, los examiné. Estaban todos. No, no los conté, pero estaba tan acostumbrada a tratar con fajos como esos que ya me sabía su volumen exacto.

Cuando me los iba a guardar en el bolsillo de mi bandolera, la mano de mi superior me detuvo. Colocó ante mis atónitos ojos otro fajo de billetes mientras sonreía enseñando sus blancos dientes.

-Una propina -dijo solamente.

Lo miré desconfiada. No era normal que los que me contrataban me dieran propinas. Pero, dadas mis escaseces de dinero, acepté encantada, arrebatándole los billetes y guardándomelo todo en mi bandolera.

-Muchas gracias -dije con la vista fija en sus ojos-. Ha sido un placer hacer negocios con usted.
-El placer ha sido mío, señorita Moreau.

Dicho esto, dio media vuelta y se alejó por donde había venido, desapareciendo en la oscuridad. Yo hice lo propio pero en sentido contrario, hacia mi coche. Cuando llegué hasta él, me detuve con la mano sobre la puerta y miré hacia la ciudad que se extendía ante mis ojos. Millones de luces artificiales. Miles de personas felices. Otras tantas sumidas en la más absoluta tristeza.

Mi trabajo era peligroso, cierto. Tenía que tener cuidado de que la policía no me pillara. Pero ya llevaba cinco años ejerciéndolo, y había perdido todo el miedo. Era escurridiza, audaz e inteligente -y no es por echarme flores-, y aún nadie sabía mi verdadero y completo nombre.

Excepto aquel extraño hombre. ¿Cómo demonios se había enterado? Aquello me intrigaba de tal manera, que temía haberlo dejado escapar. No podía correr tal peligro... pero algo me había impedido hacerle daño.

Esos ojos... esa sonrisa... esa voz... ¿quién era él?
Read More

El 3º Premio es para....

Comenzaré como es típico, por el 3º Premio y así hasta que llegue al 1º.
Bueno, el 3º Premio, con 21 ptos. es para.... ¡MARÍA ARROYO FRANCISCO! Muchas gracias por tu participación. Y aquí tenéis su historia:


La estrella de Navidad.

Faltaban tres días para Navidad, todo el mundo estaba preocupándose para que fuese un día perfecto, que si el árbol de navidad, que si la comida tenía que estar preparada desde un día antes, que si el belén debía estar montado… Y como en todo el mundo en Bir-Buck, no iba a ser distinto, todos sus habitantes estaban ilusionadísimos, era un pueblo hermoso y encantador, el pueblo era conocido porque todos sus habitantes amaban el día de Navidad, preparaba los mejores postres, tenía las mejores decoraciones, y eso les encantaba a ellos y a todo el mundo, porque ellos mismos transmitía el sentido navideño en cada cosa que hacían.
En el instituto San Benito, estaban todos orgullosos de la fama que tenía su pueblo, así que los cursos de los mayores iban a realizar una obra de teatro ambientada en la época de Jesús, como una especie de Belén Viviente; pero una profesora nueva que llevaba observando que todos los años se hacía la misma función aunque fuese algo hermoso era un poco cansado. Así que habló con los niños para poder explicarle una idea que tenía.
Cuando llegaron los niños a clase, todos estaban hablando de lo que se querían poner para la actuación, y estaban contentísimos con que la próxima noche sería Navidad y querían recibir los regalos, porque se pueblo tenía una tradición, no existía la noche de Reyes, si no que se daban los regalos el mismo veinticinco por la mañana, ya que era como un gesto de respeto y de adoración al niño Jesús el mismo día que nacían, porque lo más importante era desde el mismo día que se nace, cuando empezó a existir; no unas semanas después, aunque fuese una señal de adoración: por ello los niños hablaban animadamente, hasta que entró la profesora, que todos tomaron asientos y callaron, en esa hora la profesora repartiría los guiones y los papeles.
-Buenas chicos.-dijo con una sonrisa.
-Buenaaaas.- dijeron todos los niños a coro.
-Niños, tengo una noticia que daros, no se si os va a gustar, pero llevo unos días pensándolo y creo que os gustará la idea que he tenido.
Los niños se quedaron un poco asombrados, porque ninguno se esperaba lo que la profesora iban a decirles, porque lo único que se les ocurría era que este año no habría función. Todos empezaron a interrumpir haciéndose preguntas, como en un gallinero hubo una revolución entre todos.
-Niños, niños, por favor, silencio, no saquéis conclusiones precipitadas. –pidió la profesora mandando a callar.
Los niños callaron y escucharon con atención lo que les iba a decir la profesora.
-No, no os vais a quedar sin actuación, pero creo que podéis sacarle más partido del que le habéis sacado hasta ahora. La idea es sencilla, vamos a vestirnos todos como si fuésemos a hacer el Belén Viviente, pero no lo vamos a hacer, si no que vamos ha visitar el hospital infantil para darles una sorpresa.
Una de las niñas pequeñas que querían participar levantó la mano. Una de las niñas que no creían en la Navidad y sentían que todo eso era una pantomima, una niña que creía que eso era una fiesta únicamente comercial.
-¿Si Stella? –dijo la profesora dándole la palabra.
-Maestra, pero, ¿para que vamos a darle una sorpresa?
La maestra sonrió y contestó a su pregunta con lo siguiente.
-Verás, así le transmitiremos el verdadero sentido de la Navidad, ellos se encuentran enfermos, y no pueden disfrutarla como ustedes, así que pensaba que os podía gustar ya que ustedes mismos sois niños y no os gustaría pasarlo más por ello, ¿verdad?
Todos los niños asintieron, incluso Stella, y eso que a la pequeña Stella no le emocionaba en lo más mínimo, porque le parecía una tontería.
-Bien, ¿sabéis que os queréis poner? ¿Tenéis pensado un disfraz? 
Algunos niños levantaron la mano diciendo: “Yo de Rey Mago”, “Yo del negrito”, “Yo del pastor”, “Yo de la virgen y mi hermano de San José”, “Yo quiero ir del bebé del niño Jesús”, lo típico, pero vamos lo que más sorprendió fue que Stella, alzó un poco la voz y dijo: “Pues yo quiero ir de Estrella, porque la Estrella deja un rastro hermoso de más estrellitas pequeñitas y se llama estela.”
Todo había salido bien pensó la profesora, ahora solo faltaba que los niños disfrutaran con todo ello, y en el hospital estuviera todo preparado para la visita, así que llamó a las enfermeras y les dijo lo que tenía preparado, le pareció un gran detalle, así que le dijeron que no había problemas. Todo estaba preparado, para que el veinticinco por la mañana fuesen todos.
El veinticinco por la mañana, todos los niños estaban a las diez en punto en la puerta del colegio, la profesora llegó cinco minutos tarde, ella también iba vestida, iba vestida de ángel, contempló a los niños, como estaban disfrutando con aquel cambio, sabía que se lo iban a pasar muy bien, había algunos disfraces que se repetían, unos pastorcillos, ovejitas, y había dos reyes negros y tres vírgenes María, pero no importaba, entre todos formaban un portalito hermoso. Cogieron una bolsita cada uno con caramelos y pequeños detalles que habían donado entre todo el pueblo y marcharon al hospital todos juntos cantando villancicos.
Cuando llegaron, las enfermeras estaban casi igual de ilusionadas que los niños, los enfermitos no podían creérselos, nunca nadie había ido a visitarles, y menos a traerles juguetitos y caramelos, estaban todos llenos de ilusión, jugando, corriendo, algunos se enfadaron porque los niños estaban haciendo mucho esfuerzo teniendo que estar en reposo y les reñían, pero las enfermeras dijeron que no pasaba nada, que por un día, podía reinar el caos divertido por las habitaciones.
Pasaron cuatro horas en el hospital con todos los niños, ya era hora de que comieran y de que descansaran, pero cuando se iban a ir Stella notó que no habían ido a una sala, así que le preguntó a una enfermera,
-¿Qué hay en esa sala?
-Pues hay más niños enfermitos. –dijo la enfermera como si fuese una pregunta estúpida.
Stella corrió a su maestra.
-Maestra, maestra, no podemos irnos, aun no hemos visto a todos los niños.
-¿Ah no? ¿Quien falta? –preguntó la profesora sorprendida.
-Faltan los niños de aquella sala. –señaló a la sala en la que la enfermera comentó que había más niños enfermos.
-Bueno, sí, pero tenemos que irnos, además, esa sala no está preparada para que nosotros fuéramos.
-¿Por qué? Hay niños, vamos a verles. –Stella no comprendía que pasaba.
-No está preparada, porque los niños que están allí son niños con sida y no quiero entrar allí dentro.
Stella se sintió fatal con esa respuesta, así que fue preguntándole a todos sus amigos si les habían sobrado chuches, algunos sí, a otros no, pero si le habían sobrado juguetes, así que ella los cogió todos, los echó en su bolsa y se fue a otro lado con paso decidido.
La puerta se abrió, y los niños acostados en camas miraron extrañados, sabían que iban a ir gente disfrazada a felicitar las navidades a los otros niños, pero sabían que no iban a ir a verles a ellos, porque eran los contagiados, y que sorpresa se llevaron todos cuando descubrieron como una estrella entraba en la sala donde estaban, les repartió caramelos, azucarcillos, juguetes, no se podían creer que alguien se hubiera dignado a entrar allí, porque hasta a las enfermeras les daba asco ir a verles, eran los contagiados del hospital, pero Stella no pensaba eso, pensaba que eran niños como los otros, que no habían echo nada malo, solo nacer y ser ellos, se sentía muy mal, porque la gente mucho de hablar del carisma, de los valores, pero ese día solo una estrellita se atrevió a entrar en aquella habitación con los niños.
A la semana siguiente, todos reemprendieron otra vez el colegio, y los niños les dijeron que dónde se había metido. Ella muy orgullosa dijo delante de la profesora,
-Todos ustedes habláis de que hay que ser buenos, del espíritu de la Navidad, pero ninguno de ustedes lo conoce realmente, porque el veinticinco de diciembre celebramos el nacimiento de Jesús, una persona humilde, que ayudaba a los demás, que acompañaba a los marginados y a los discriminados, y ustedes sois unos hipócritas, unos mentirosos, porque decís que sois como él, que ayudáis, pero no fuisteis capaces de entrar en una sala dónde había niños enfermos, que no habían echo nada malo, que no tienen la culpa de tener lo que tienen, si de verdad quisierais ayudar, seguro que abríais entrado, y yo no soy muy navideña, porque creo que eso es un paripé, y aun así fui la única capaz de entrar a jugar con ellos, a que no se sintieran solos, discriminados y como si fueran el desecho del mundo por un solo día.
La profesora se quedó sin palabras, no podía creer que esa niña, la que se negaba a realizar cosas navideñas había dicho todo aquello, sus compañeros estaban tan consternados como su profesora.
Ese mismo día, a las cinco de la tarde, se abrían unas puertas, por donde atravesaron pastores, vírgenes, animalillos, Reyes Magos, San José, ángeles y una estrella sonriente porque había conseguido enseñar que la navidad era para ayudar a quienes más lo necesitaban, que había que involucrarse en la sociedad con las personas que la gente discriminaba, y porque la sonrisa que tuvieron todos aquellos niños que tenían el sida cuando vieron a su amiguita y a tantos más jugando con ellos, esa sonrisa, no había quien se las borrase de la cara.
Read More

© Relatos Breves., AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena