Comenzaré como es típico, por el 3º Premio y así hasta que llegue al 1º.
Bueno, el 3º Premio, con 21 ptos. es para.... ¡MARÍA ARROYO FRANCISCO! Muchas gracias por tu participación. Y aquí tenéis su historia:
La estrella de Navidad.
Faltaban tres días para Navidad, todo el mundo estaba preocupándose para
que fuese un día perfecto, que si el árbol de navidad, que si la comida tenía
que estar preparada desde un día antes, que si el belén debía estar montado… Y
como en todo el mundo en Bir-Buck, no iba a ser distinto, todos sus habitantes
estaban ilusionadísimos, era un pueblo hermoso y encantador, el pueblo era
conocido porque todos sus habitantes amaban el día de Navidad, preparaba los mejores
postres, tenía las mejores decoraciones, y eso les encantaba a ellos y a todo
el mundo, porque ellos mismos transmitía el sentido navideño en cada cosa que
hacían.
En el instituto San Benito, estaban todos
orgullosos de la fama que tenía su pueblo, así que los cursos de los mayores
iban a realizar una obra de teatro ambientada en la época de Jesús, como una
especie de Belén Viviente; pero una profesora nueva que llevaba observando que
todos los años se hacía la misma función aunque fuese algo hermoso era un poco
cansado. Así que habló con los niños para poder explicarle una idea que tenía.
Cuando llegaron los niños a clase, todos estaban
hablando de lo que se querían poner para la actuación, y estaban contentísimos
con que la próxima noche sería Navidad y querían recibir los regalos, porque se
pueblo tenía una tradición, no existía la noche de Reyes, si no que se daban
los regalos el mismo veinticinco por la mañana, ya que era como un gesto de
respeto y de adoración al niño Jesús el mismo día que nacían, porque lo más
importante era desde el mismo día que se nace, cuando empezó a existir; no unas
semanas después, aunque fuese una señal de adoración: por ello los niños
hablaban animadamente, hasta que entró la profesora, que todos tomaron asientos
y callaron, en esa hora la profesora repartiría los guiones y los papeles.
-Buenas chicos.-dijo con una sonrisa.
-Buenaaaas.- dijeron todos los niños a coro.
-Niños, tengo una noticia que daros, no se si os
va a gustar, pero llevo unos días pensándolo y creo que os gustará la idea que
he tenido.
Los niños se quedaron un poco asombrados, porque
ninguno se esperaba lo que la profesora iban a decirles, porque lo único que se
les ocurría era que este año no habría función. Todos empezaron a interrumpir
haciéndose preguntas, como en un gallinero hubo una revolución entre todos.
-Niños, niños, por favor, silencio, no saquéis
conclusiones precipitadas. –pidió la profesora mandando a callar.
Los niños callaron y escucharon con atención lo
que les iba a decir la profesora.
-No, no os vais a quedar sin actuación, pero
creo que podéis sacarle más partido del que le habéis sacado hasta ahora. La
idea es sencilla, vamos a vestirnos todos como si fuésemos a hacer el Belén
Viviente, pero no lo vamos a hacer, si no que vamos ha visitar el hospital
infantil para darles una sorpresa.
Una de las niñas pequeñas que querían participar
levantó la mano. Una de las niñas que no creían en la Navidad y sentían que
todo eso era una pantomima, una niña que creía que eso era una fiesta únicamente
comercial.
-¿Si Stella? –dijo la profesora dándole la
palabra.
-Maestra, pero, ¿para que vamos a darle una
sorpresa?
La maestra sonrió y contestó a su pregunta con
lo siguiente.
-Verás, así le transmitiremos el verdadero
sentido de la Navidad, ellos se encuentran enfermos, y no pueden disfrutarla
como ustedes, así que pensaba que os podía gustar ya que ustedes mismos sois
niños y no os gustaría pasarlo más por ello, ¿verdad?
Todos los niños asintieron, incluso Stella, y
eso que a la pequeña Stella no le emocionaba en lo más mínimo, porque le
parecía una tontería.
-Bien, ¿sabéis que os queréis poner? ¿Tenéis
pensado un disfraz?
Algunos niños levantaron la mano diciendo: “Yo
de Rey Mago”, “Yo del negrito”, “Yo del pastor”, “Yo de la virgen y mi hermano
de San José”, “Yo quiero ir del bebé del niño Jesús”, lo típico, pero vamos lo
que más sorprendió fue que Stella, alzó un poco la voz y dijo: “Pues yo quiero
ir de Estrella, porque la Estrella deja un rastro hermoso de más estrellitas
pequeñitas y se llama estela.”
Todo había salido bien pensó la profesora, ahora
solo faltaba que los niños disfrutaran con todo ello, y en el hospital
estuviera todo preparado para la visita, así que llamó a las enfermeras y les
dijo lo que tenía preparado, le pareció un gran detalle, así que le dijeron que
no había problemas. Todo estaba preparado, para que el veinticinco por la
mañana fuesen todos.
El veinticinco por la mañana, todos los niños
estaban a las diez en punto en la puerta del colegio, la profesora llegó cinco
minutos tarde, ella también iba vestida, iba vestida de ángel, contempló a los
niños, como estaban disfrutando con aquel cambio, sabía que se lo iban a pasar
muy bien, había algunos disfraces que se repetían, unos pastorcillos, ovejitas,
y había dos reyes negros y tres vírgenes María, pero no importaba, entre todos
formaban un portalito hermoso. Cogieron una bolsita cada uno con caramelos y
pequeños detalles que habían donado entre todo el pueblo y marcharon al
hospital todos juntos cantando villancicos.
Cuando llegaron, las enfermeras estaban casi
igual de ilusionadas que los niños, los enfermitos no podían creérselos, nunca
nadie había ido a visitarles, y menos a traerles juguetitos y caramelos,
estaban todos llenos de ilusión, jugando, corriendo, algunos se enfadaron
porque los niños estaban haciendo mucho esfuerzo teniendo que estar en reposo y
les reñían, pero las enfermeras dijeron que no pasaba nada, que por un día,
podía reinar el caos divertido por las habitaciones.
Pasaron cuatro horas en el hospital con todos
los niños, ya era hora de que comieran y de que descansaran, pero cuando se
iban a ir Stella notó que no habían ido a una sala, así que le preguntó a una
enfermera,
-¿Qué hay en esa sala?
-Pues hay más niños enfermitos. –dijo la
enfermera como si fuese una pregunta estúpida.
Stella corrió a su maestra.
-Maestra, maestra, no podemos irnos, aun no
hemos visto a todos los niños.
-¿Ah no? ¿Quien falta? –preguntó la profesora
sorprendida.
-Faltan los niños de aquella sala. –señaló a la
sala en la que la enfermera comentó que había más niños enfermos.
-Bueno, sí, pero tenemos que irnos, además, esa
sala no está preparada para que nosotros fuéramos.
-¿Por qué? Hay niños, vamos a verles. –Stella no
comprendía que pasaba.
-No está preparada, porque los niños que están
allí son niños con sida y no quiero entrar allí dentro.
Stella se sintió fatal con esa respuesta, así
que fue preguntándole a todos sus amigos si les habían sobrado chuches, algunos
sí, a otros no, pero si le habían sobrado juguetes, así que ella los cogió
todos, los echó en su bolsa y se fue a otro lado con paso decidido.
La puerta se abrió, y los niños acostados en
camas miraron extrañados, sabían que iban a ir gente disfrazada a felicitar las
navidades a los otros niños, pero sabían que no iban a ir a verles a ellos,
porque eran los contagiados, y que sorpresa se llevaron todos cuando
descubrieron como una estrella entraba en la sala donde estaban, les repartió
caramelos, azucarcillos, juguetes, no se podían creer que alguien se hubiera
dignado a entrar allí, porque hasta a las enfermeras les daba asco ir a verles,
eran los contagiados del hospital, pero Stella no pensaba eso, pensaba que eran
niños como los otros, que no habían echo nada malo, solo nacer y ser ellos, se
sentía muy mal, porque la gente mucho de hablar del carisma, de los valores,
pero ese día solo una estrellita se atrevió a entrar en aquella habitación con
los niños.
A la semana siguiente, todos reemprendieron otra
vez el colegio, y los niños les dijeron que dónde se había metido. Ella muy
orgullosa dijo delante de la profesora,
-Todos ustedes habláis de que hay que ser
buenos, del espíritu de la Navidad, pero ninguno de ustedes lo conoce
realmente, porque el veinticinco de diciembre celebramos el nacimiento de
Jesús, una persona humilde, que ayudaba a los demás, que acompañaba a los
marginados y a los discriminados, y ustedes sois unos hipócritas, unos
mentirosos, porque decís que sois como él, que ayudáis, pero no fuisteis
capaces de entrar en una sala dónde había niños enfermos, que no habían echo
nada malo, que no tienen la culpa de tener lo que tienen, si de verdad
quisierais ayudar, seguro que abríais entrado, y yo no soy muy navideña, porque
creo que eso es un paripé, y aun así fui la única capaz de entrar a jugar con
ellos, a que no se sintieran solos, discriminados y como si fueran el desecho
del mundo por un solo día.
La profesora se quedó sin palabras, no podía
creer que esa niña, la que se negaba a realizar cosas navideñas había dicho
todo aquello, sus compañeros estaban tan consternados como su profesora.
Ese mismo día, a las cinco de la tarde, se
abrían unas puertas, por donde atravesaron pastores, vírgenes, animalillos,
Reyes Magos, San José, ángeles y una estrella sonriente porque había conseguido
enseñar que la navidad era para ayudar a quienes más lo necesitaban, que había
que involucrarse en la sociedad con las personas que la gente discriminaba, y
porque la sonrisa que tuvieron todos aquellos niños que tenían el sida cuando
vieron a su amiguita y a tantos más jugando con ellos, esa sonrisa, no había
quien se las borrase de la cara.