sábado, 7 de enero de 2012

Crónicas de una ciudad submarina.

Era pleno verano. Estaba en una playa solitaria. No había nadie, estaba yo solo. Me metí en el agua y, de repente algo me succionó.

Desperté al cabo de un rato. Estaba en una especie de ciudad acuática en la que había muchas sirenas y una gran estatua en honor a Neptuno. Era grande, con una gran barba y una gran corona con diamantes incrustados. Toda ella era de cemento, excepto aquella corona. ¿Tendría algo de especial? Continué investigando aquella extraña ciudad y me encontré a una preciosa sirena. Tenía una gran melena rubia, una nariz pequeña y unos dientes perfectamente blancos.

Empezamos a charlas sobre dónde estaba y qué me había arrastrado hasta allí. Estaba en  Gotham, una ciudad submarina que antes había estado en la superficie y lo que me había succionado era una máquina que ellos mismos habían inventado para poder llevarme allí, porque me consideraban un Dios. Eso me dejo perplejo. ¿Yo? ¿Un Dios? No entendía nada.

Me llevaron hasta donde supuestamente me adoraban. Era una capilla muy rica, con muchos detalles en oro. Era, como en la superficie diríamos de estilo Barroco. Allí se encontraban el sacerdote, dando el oficio de por la mañana. Junto a él, había dos chavales, que supongo que harían de monaguillos y, sentados en los bancos, una gran cantidad de juventud. Eso aún me dejó más atónito. En la superficie, los jóvenes no iban a misa. Eso era más para los ancianos.

Sophie, que era el nombre de la chica, me dijo que allí era más normal que los jóvenes creyeran más que las personas mayores.

Seguimos charlando y ella me invitó a comer en el restaurante más famoso de Gotham, Le chien du lait. Sí era un nombre muy raro y, traducido del francés sería como “La leche de perro”. Comimos ahí y, llegó un momento en el que nos pusimos a hablar de nuestras relaciones.

Tras unos días por aquella ciudad,fui a su casa, a su habitación.  Volvió a salir el tema de los novios y novias que habíamos tenido y cómo lo habíamos dejado. Después de aquellos maravillosos días por aquella ciudad y, sobre todo, con ella, me enamoré de ella y, por la mirada que me echaba, ella de mí. Nos besamos, como si fuéramos gente normal.

Llegó un momento en el que no podíamos parar, pero ocurrió una cosa muy extraña, abrió la boca como si iba a comerme. Me metió la cabeza en su boca.
En ese momento me desperté. Había sido un sueño de lo más extraño.

3 comentarios:

  1. ¡Mola! Muy raro pero por eso mola xDD Soy Mi Vida En Manhattan en Tuenti, por si no lo sabes xD Yo pensaba que en francés era El perro de leche xDDD ¡Qué bien traduzco, de verdad que sí! Jaja

    ResponderEliminar
  2. Jajaja pues seguramente mejor que yo jaja Hace unos años que no doy francés, así que no estoy del todo seguro que sea eso jaja

    Muchas gracias ^^

    ResponderEliminar
  3. Vale, ha sido extraño pero me ha gustado jajaja sobre todo el final, jaja me encanta tu blog :)

    ResponderEliminar

© Relatos Breves., AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena