Era
martes. Me disponía a viajar a Estados Unidos, a Cleveland, porque era el
cumpleaños de mi tío abuelo. Lo típico, me hicieron pasar por el control y demás
antes de montar en el avión.
Montamos
en el avión y tardó hora y media en despegar. Creo que habían tenido un
problema en uno de los motores. Lo curioso fue que nos lo dijeron como si fuera
algo normal. A la mayoría de los pasajeros nos entró el pánico, yo incluido.
Las
primeras tres horas de viaje transcurrió con normalidad.
Pasó
una azafata con comida, lógico, era la hora de comer. Me pedí un sándwich vegetal.
No tenía muy buena pinta, pero llevaba con un vaso de leche desde las siete de
la mañana, me podía comer cualquier cosa…
Me lo
acabé y me eche una cabezadita. Empezaron a sonar unas especies de alarma. Me
desperté aterrorizado. Era un simulacro, para que nos enseñaran a ponernos los
chalecos salvavidas. Me pareció extraño, es yo creí que se hacia antes de
despegar. O eso, o ese avión era muy raro.
EL
resto del viaje fue normal, menos el último tramo, que pillamos unas turbulencias.
En el
aeropuerto me estaba esperando mi tía, con un cartel en el que ponía mi nombre.
Me dio muchísima vergüenza, pero no por el cartel, sino porque iba con unas
pintas horribles. Me monté en el coche. Menos mal que nadie que estuviese en el
aeropuerto me iba a ver nunca más en su vida y, si me ven, espero que no se
acuerden.
Llegamos
a la casa. Estaban ya todos. Solo faltaba yo. Fui a mi cuarto, donde había
dormido durante mis veranos de la infancia allí.
Encontré
una pequeña carta que decía:
Querido yo del futuro:
Espero que te haya ido muy bien
en la vida y que ojala te hayas mudado ya a España, como tantas ganas tenías. Aquí
te dejo 10 dólares, para que te compres algo que siempre has deseado comprarte:
un helado de melocotón. Sí, de pequeño los devorabas y, espero que ahora no
hayas cambiado tus gustos.
Un abrazo muy fuerte y que sigas
igual de majo que a mi edad.
¿Eso
escribí yo de pequeño? Increíble, no me acordaba de esa carta. En fin,
celebramos la fiesta del tío y a la semana me monté en el avión de vuelta a
España. Volvió a ser el mismo que el de la ida.
Volvimos
a pillar turbulencias. Esta vez fue peor, se cayó un motor.
-¡Ahhhhhh!-
gritamos todos-¡Vamos a morir!- cundió el pánico.
Caímos
al mar y, con tan buena suerte que justo pasaba un barco mercantil que nos pudo
llevar a España.
Hubo
alguna muerte, pero no fue un accidente importante. Marcaría el resto de mi
vida, pero tuve suerte y aquí estoy.
Me ha gustado *__* Quiero un helado de melocotón xD Tienen que estar muy buenos... Buah, como mola :)
ResponderEliminarMe ha encantado. Y helado de melocotón? Jajaajja tiene que estar rico, aunque no me guste demasiado el melocotón en helado debe de molar :D
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