domingo, 12 de febrero de 2012

Cleveland.


Era martes. Me disponía a viajar a Estados Unidos, a Cleveland, porque era el cumpleaños de mi tío abuelo. Lo típico, me hicieron pasar por el control y demás antes de montar en el avión.

Montamos en el avión y tardó hora y media en despegar. Creo que habían tenido un problema en uno de los motores. Lo curioso fue que nos lo dijeron como si fuera algo normal. A la mayoría de los pasajeros nos entró el pánico, yo incluido.

Las primeras tres horas de viaje transcurrió con normalidad.

Pasó una azafata con comida, lógico, era la hora de comer. Me pedí un sándwich vegetal. No tenía muy buena pinta, pero llevaba con un vaso de leche desde las siete de la mañana, me podía comer cualquier cosa…

Me lo acabé y me eche una cabezadita. Empezaron a sonar unas especies de alarma. Me desperté aterrorizado. Era un simulacro, para que nos enseñaran a ponernos los chalecos salvavidas. Me pareció extraño, es yo creí que se hacia antes de despegar. O eso, o ese avión era muy raro.

EL resto del viaje fue normal, menos el último tramo, que pillamos unas turbulencias.

En el aeropuerto me estaba esperando mi tía, con un cartel en el que ponía mi nombre. Me dio muchísima vergüenza, pero no por el cartel, sino porque iba con unas pintas horribles. Me monté en el coche. Menos mal que nadie que estuviese en el aeropuerto me iba a ver nunca más en su vida y, si me ven, espero que no se acuerden.

Llegamos a la casa. Estaban ya todos. Solo faltaba yo. Fui a mi cuarto, donde había dormido durante mis veranos de la infancia allí.

Encontré una pequeña carta que decía:

Querido yo del futuro:

Espero que te haya ido muy bien en la vida y que ojala te hayas mudado ya a España, como tantas ganas tenías. Aquí te dejo 10 dólares, para que te compres algo que siempre has deseado comprarte: un helado de melocotón. Sí, de pequeño los devorabas y, espero que ahora no hayas cambiado tus gustos.
Un abrazo muy fuerte y que sigas igual de majo que a mi edad.

¿Eso escribí yo de pequeño? Increíble, no me acordaba de esa carta. En fin, celebramos la fiesta del tío y a la semana me monté en el avión de vuelta a España. Volvió a ser el mismo que el de la ida.

Volvimos a pillar turbulencias. Esta vez fue peor, se cayó un motor.
-¡Ahhhhhh!- gritamos todos-¡Vamos a morir!- cundió el pánico.

Caímos al mar y, con tan buena suerte que justo pasaba un barco mercantil que nos pudo llevar a España.

Hubo alguna muerte, pero no fue un accidente importante. Marcaría el resto de mi vida, pero tuve suerte y aquí estoy.


2 comentarios:

  1. Me ha gustado *__* Quiero un helado de melocotón xD Tienen que estar muy buenos... Buah, como mola :)

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado. Y helado de melocotón? Jajaajja tiene que estar rico, aunque no me guste demasiado el melocotón en helado debe de molar :D

    ResponderEliminar

© Relatos Breves., AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena