Esto
en un texto que hice el otro día en clase de Lengua, y tenía que hacer una
valoración crítica. Bueno, pues si no es mucho pedir, me gustaría que os leyerais
el texto y me dieseis vuestra opinión sobre el tema, me da igual si es sobre el
texto o sobre el tema del texto. Me gustaría más que fuera sobre el tema, pero
lo que prefiráis pero aquí, en un comentario. Antes de que digáis nada, yo este texto ya le tengo hecho, no
es para coger vuestra opinión. Pues aquí lo tenéis:
El
crimen de cada día- Carlos Alfaro.
Alguien, no viste quién,
abrió la puerta, y saliste con toda la vitalidad con que te fue posible
hacerlo, pensando que la libertad estaba enfrente y que te daban por fin la
posibilidad de disfrutarla. Obviamente, no la encontraste: contra lo que
esperabas, sólo hallaste un lugar más espacioso, paredes infranqueables, y
varios hombres a los que hasta entonces, jamás habías visto, con la crueldad
dispuesta y el más feroz de los sadismos preparado. Después, fueron quince
minutos, veinte tal vez, de auténtico martirio, en los que tuviste ocasión de
conocer sobre tu cuerpo la violencia, y supiste del terrible extremo a que es
capaz de llegar la brutalidad del hombre, de forma arbitraria y sin razón
alguna que además lo justifique. Quizá, es probable, te preguntaste por qué lo
hacían, cuál era la auténtica razón de que te torturaran de ese modo, o quizá,
quién sabe, no llegaste a preguntarte nada, pues, como ellos decían, ni sufrir
podías, y pensar era una función para la que solo ellos estaban capacitados.
Después, cuando se cansaron, viste que uno de ellos, el más cruel posiblemente,
se paraba en frente a ti con su arma preparada, y tuviste la impresión de que
el momento del fin estaba próximo. No dudaste esperanzado te arrancaste contra
él con las pocas fuerzas de que disponías, y respiraste tranquilo al sentir en
tu cuerpo la llegada de la muerte, el borbotón de sangre que, viniéndote de muy
dentro, te inundó de golpes las fauces desbordando generoso la glotis y la
garganta. Después, no sentiste más, caíste al suelo como un fardo y un clamor
unánime atronó el ruedo, pidiendo, con rara y terrible unanimidad, que te
cortaran las dos orejas y el rabo.